Cinco perdices, alto de Cerrollaría, 17/Oct/2015
 
;
Cuatro perdices, Valdelagua, 02/Feb/2007
Cuatro perdices y un zorzal, Solana del Viso, 03/Nov/2011
Una perdiz y una liebre, Vallejo de la Cueva, 01/Ene/2008
     
Dos perdices, Fuente de los Villares, 05/Ene/2008
Dos perdices, Alto del Calaberón, 30/Nov/2008
Una perdiz, Arillares, 12/Oct/2012
     
Perdiz y paloma, Las Quemas, 12/Oct/2009
Dos perdices y una paloma, El Serón, 17/Oct/2010
Perdiz y zorzal, Hoyo Enebroso, 24/Oct/2015
     

 

Reflexión

Defender o reprobar la caza no deja de ser un debate sano que puede resultar edificante escuchando las partes implicadas; sin embargo sentenciar como dogma de fe que cazar es divertirse al matar un animal o asociar la caza con la destrucción de la naturaleza, sin negar que puede haber casos en que se cumple, son afirmaciones tan comunes como infundadas que solo pueden deberse al desconocimiento o al fanatismo de quien las emite.

Si alguien presume de este animalismo mal entendido que le impide aceptar la muerte de un animal en lance de caza, siempre hablando dentro de la buena praxis, como un elemento esencial inevitable e imprescindible para la vida dentro del equilibrio natural, que al menos no se considere por ello con más moralidad, empatía, integrado con la naturaleza o ni tan siquiera original porque hace casi un siglo un famoso político ya elaboró las leyes más estrictas que se conocen contra la caza y el sufrimiento animal; este personaje fue el fundador del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) y se llamaba Adolfo Hitler.

En el lado opuesto existió Miguel Delibes Setién, un escritor maestro de la prosa castellana, apasionado de la caza (en especial de la perdiz) al que se le reconoció como uno de los naturalistas más respetados de nuestro país; en su colección Cuadernos de Caza, evidencia su amor por el campo con una forma única de transmitirlo. Tal fue su escuela, que era muy apreciado por otro famoso naturalista que también practicaba la caza, el Dr. Félix Rodríguez de la Fuente y supo inculcar a su hijo Miguel Delibes de Castro esa misma pasión por la naturaleza llevándole a ser un biólogo naturalista que desarrolló un importante cargo de responsabilidad en la gestión del Parque de Doñana donde se ganó la consideración de la máxima autoridad mundial en el lince ibérico.

Lamentablemente ni mucho menos todos los cazadores son un Delibes y por suerte tampoco los animalistas son Hitler; pero sí son anécdotas para al menos no establecer a la ligera una relación directa entre un posicionamiento respecto a la caza y la personalidad de quien la practica o reprueba.