Mi escapada del pueblo |
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Nada más salir del pueblo al pasar por el piazo que era de la tía Valentina por la Fuente Vieja me vino a la memoria lo que pudo ser la reafirmación 44 años antes en la decisión más difícil y creo que acertada de mi vida. Era por finales del otoño de 1980, tras superar unos exámenes de ingreso ya estaba confirmado que me iba a hacer el servicio militar entonces obligatorio, como voluntario especial “ayudante de mecánico de electrónica” al Ejérito del Aire, estaba por aquellas fechas sembrando con el tractor y como casi siempre hacía, mi padre sin ser necesaria en absoluto su presencia estaba allí dando sus indicaciones a voz en grito e insultando sin medida ni filtros como solía hacer según su estado de ánimo del momento y aquel no parecía demasiado bueno por el grado de histeria que alcanzó durante el cual con una expresión de ira incontrolada y una risa tan simulada como en realidad fue su existencia, comenzó a insultarme y a burlarse de mi decisión de irme a hacer la mili, recuerdo literalmente su frase que se encargó de que escuchara a pesar del ruido del motor: “¡me cago en dios, engreído! ¡te vas a pintar la mona!”. Conmigo después de su experiencia con su primogénito había tomado sus precauciones para que no le pasara lo mismo que con él: evitó que me formara en nada aunque fuera con un curso por correspondencia o formación reglada gratis y sin abandonar el pueblo como lo hicieron los dos compañeros de mi curso en la escuela y aunque manejaba a diario el tractor desde hacía casi tres años evitó que me sacara el carnet de conducir para dificultar que me buscara trabajo. Sus hijas se habían largado hacía algunos años y ya disponían de un trabajo, un sueldo y un techo para ellas que les había facilitado una prima de él que también le conocía perfectamente, su hijo mayor ya tenía reservado su trabajo tras acabar el servicio militar y yo en principio solo había adelantado hacer el mío por entonces obligatorio como voluntario especial siguiendo el consejo de mi tío, su hermano mayor el cual nunca disimuló no sentirse muy orgulloso del mediano de sus hermanos y ahora gracias a la autoridad que de facto tenía sobre él, mi padre no debió atreverse a intentar impedir por otros medios que no fueran como ya la lo estaba haciendo con la asfixia económica, el acceso a la formación o sus burlas que su hijo mediano ya mayor de edad, adelantase mi inexcusable servicio militar tal y como mi tío propuso, lo cual le hizo sospechar que lo utilizaría como oportunidad para zafarme definitivamente de su utilización y no volver bajo su explotación. Mi intención efectivamente era no volver a compartir techo con él jamás, me iba sin dinero, sin un techo salvo el del cuartel, sin unos estudios mínimos de formación profesional exigidos como tendrían los otros 32 compañeros con los que compartiría aulas y destino mientras durase la mili, pero tenía claro que me iría y que una vez que me licenciara jamás volvería a dejarme más años para que él además de romper las cinco infancias de sus hijos me siguiera arrebatando más años de juventud de los que ya me había dejado con él absolutamente para nada, salvo que para que él se siguiera librando de buscarse un verdadero trabajo retribuido que le permitiese por él mismo sostener dignamente los gastos mínimos de su casa y pagar las cotizaciones de la jubilación. Pensé mientras seguía yendo hacia el pantano que aquello sí que fue una decisión difícil; la decisión de ahora de no mantener vínculos con las propiedades familiares ni volver a compartir nada con quienes lo honraron y lo siguen teniendo como un referente, aunque sin duda era una decisión amarga resultaba pan comido porque entre otras razones era la única posible y me aportaría bastante más que seguir aparentando algo que no existió desde hacía muchos años. |
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