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Desde que tuve conocimiento siempre escuché de mi padre echar pestes hacia un pueblo según él lleno de gentuza que no hacían más que martirizarle y no dejaba de maldecir el día que llegó a él, como si alguien de allí lo hubiera llamado, necesitado o se hubiera aprovechado de su existencia en algún momento.
Repetía machaconamente como mayor exponente de aquel supuesto maltrato la cencerrada que por lo visto le habían hecho a su hermano el día de la boda de éste, lo cual daba una pista de que probablemente no tenía otros argumentos de más peso sufridos en propia piel incluso aquel tan recurrente para mí quedó sin efecto el día que en mi presencia lo escuchó el hermano supuestamente agraviado y le pidió que dejara ya de una vez de hablar de aquello.
Sin embargo nunca escuché de su boca que el pueblo les acogió cuando ellos no tenían absolutamente nada al acabar la guerra, dándoles un techo del ayuntamiento en la atigua Casa del Reloj (actualmente el local de consulta médica) y una ocupación de guarda de pastos y montes al cabeza de familia cuando el pueblo estaba saliendo como podía de la miseria que dejó la guerra. |
Por supuesto, tampoco mencionó que el pueblo le cedió el terreno para hacerse su casa muchos años después, como hizo con la casa de sus padres -mis abuelos paternos-, en el caso del terreno para mis padres les cobró un precio simbólico de 140 pesetas, es decir menos de un euro, que por entonces aquella cantidad estaba por debajo del sueldo medio por una jornada de trabajo. Cuando vi este documento hace años se me vino a la cabeza lo mismo que cuando encontré otros de los numerosos préstamos bancarios que pedía; tanto los avalistas que firmaron aquellos prestamos como quienes intervinieron en la venta de la parcela para la casa: el alcalde, tres testigos y el depositario, nunca fueron personas por los que mostrara ningún aprecio ni agradeciemiento, más bien al contrario no podía disimular una verdadera inquina contra ellos, incluyendo quien fue el alcalde, el único que no llegué a conocer porque creo que murió antes de que yo naciera. Con respecto a éste no escatimaba una burla póstuma que en realdiad era una manifestación de envidia, encasillandolo cuando salía a colación como "de los ricos del pueblo" siempre en tono peyorativo. |