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Los motivos

 

 
 

Es ahora, en esta fase de la vida que suele comenzar cuando los progenitores mueren por ley natural, cuando debemos empezar a aprender a envejecer, porque como decía Gala , la vejez no se improvisa, nos vamos haciendo viejos y hay que prepararse, hay que tener recuerdos imborrables como ella los tenía, hay que tener admiraciones guardadas como ella las atesoraba y mencionaba con un especial respeto. La infancia, los recuerdos de niño, las raíces en definitiva y el haber sentido formar parte de una comunidad facilitan la entrada en la madurez. Consciente de ello desde hace muchos años, siempre he intentado mantener una vinculación especial hacia mi pueblo que fue el suyo; en mi caso esa ligadura no ha sido ni intermitente ni sobrevenida, hasta el punto que en mi DNI desde que me lo hicieron hace medio siglo todavía mantengo como domicilio habitual el de Torrecuadradilla cuando en realidad me marché de allí hace 45 años. Sin embargo esta vinculación que evidentemente mantendré para el resto de mi vida, tendrá que ser más bien espiritual basada en los muchos recuerdos imborrables que tengo de él y entre ellos sin ninguna duda el más importante será el de mi madre que para ella su pueblo lo fue todo, en él fue feliz y también se sintió desgraciada durante demasiado tiempo, pero ante todo me quedo con el recuerdo de su increíble resiliencia ante las adversidades que fueron muchas y pudo superar sin dejar de sentir apego hacia él. Su recuerdo será razón suficiente para seguir pisando de vez en cuando su monte que ella conocía palmo a palmo a la perfección o muy puntualmente en algún puente o celebración visitar el pueblo para reencontrarme con las personas con las que he mantenido alguna amistad o trato durante mucho tiempo.

Quiso la casualidad o Dios sabe quién, que tan solo unas semanas después de su muerte, el pasado mes de abril de 2023 me llegase un email de una escritora quien me preguntaba por mi abuelo paterno el carabinero ya que quería escribir un libro basado en la vida de su abuelo también carabinero del que le faltaba información y al buscarla por la red encontró una consulta mía de hace 20 años precisamente sobre mi abuelo Félix y el cuerpo de carabineros. Sorprendido porque en tan corto periodo desde su ausencia apareciese en escena mi abuelo casi 50 años después de morir, a quien después de ella, debo el haber tenido una infancia más o menos normal y ajena al calvario que ella cargaba en sus espaldas, tuve curiosidad por saber más de aquella escritora y vi entre sus libros uno que me llamó especialmente la atención porque trata sobre las secuelas que, basándose en sus propias vivencias, deja en los hijos el abuso de un progenitor narcisista, publicación en la que encontré esta afirmación escueta y rotunda: « Crecer en una familia disfuncional donde la madre la ha dirigido, haciendo sumiso al padre, enfrentando a los hermanos, no teniendo ninguna conexión emocional con ella, siendo lo único que le ha importado cómo los de fuera ven a su familia, es muy doloroso y deja un gran dolor y diferentes secuelas. » (Cómo sobrevivir a una madre narcisista. Olga Fernández Txasko).

Esta aplastante conclusión que me pareció definitoria de la familia de origen de mi padre era la pieza que me faltaba para encajar algunas de las incógnitas que dejaba patente en mi documento “ La historia de los Sempere contada por el penúltimo tejero ”, donde se puede deducir una pronunciada condición apática y despiadada de mi abuela paterna lo que pudo ser la causa de las profundas secuelas que dejó en uno de sus hijos. Además, intercambiando los roles de la madre por los del padre en la descendencia que dio continuidad a aquel comportamiento tóxico e introduciendo algunos otros matices también encajaba para conocer la motivación –que no la justificación– del martirio que supuso para mi madre los más de 60 últimos años de su vida desde que formó su matrimonio con él y colateralmente las secuelas que puede dejar en cualquier hijo particularmente en la forma de relacionarse con el entorno, porque crecer presenciando continuamente la falta de respeto y maltratos a la pareja, la división entre los hermanos, el desprecio al origen, genética y personalidad de tus antecesores y sus familiares más cercanos, las burlas hacia quienes por no disponer de oportunidades no pudieron tener su mismo nivel de alfabetización, la querencia a priorizar su interés personal ante las propiedades o derechos comunes, la envidia a quienes con su trabajo consiguieron un patrimonio, el odio al pueblo y sociedad donde la familia ha nacido y vivido su infancia y juventud o ver continuamente desde cuando se está forjando tu personalidad en quien debe ser tu ejemplo un sentido desmesurado de la propia importancia en detrimento del reconocimiento a su esposa, a sus hijos y a todo su entorno, son actitudes que de forma premeditada o inconsciente pasan a ser irremediablemente en mayor o menor medida patrones de tu propia conducta. Respecto a esto, me quedo con lo que mantienen prácticamente todos autores que estudian las secuelas de las que habla la autora Fernández Txasko: se arrastran durante toda la vida y son difíciles de superar; yo añadiría que imposible si no se empieza admitiendo su existencia.

Queda muy lejano aquel año 2002 cuando ya estaba claro que un año después de sufrir el ictus mi padre, la situación que se originó en el matrimonio no tenía salida porque el cuidarle requería un sobreesfuerzo insostenible para una persona mayor como era ya mi madre; él no quería ser atendido por nadie que no fuera su esposa y ella estaba a punto de colapsar por extenuación. Mi padre no admitía que fuera una asistenta a su domicilio para cuidarlo, se negaba a desplazarse puntualmente con su esposa a Madrid a casa de alguno de sus hijos o hijas por necesidades de ella o celebraciones familiares llegando a esconder su DNI para evitar que solicitásemos una asistenta echándonos el órdago a los hijos de tener que decidir el dejarlo solo en su casa o no poder llevar a nuestra madre cuando tenía necesidad de desplazarse fuera de casa durante algún día aunque la razón fuera ir a ver a un hermano enfermo, también escondía la libreta de ahorro del matrimonio para impedir que nuestra madre pagase los materiales de la reforma de su casa que hacíamos los hijos e hijas durante nuestras vacaciones para mejoras urgentes y adaptarla a su discapacidad. Así las cosas, se me ocurrió hacer una consulta en el Instituto de la Mujer en Madrid para ver si demostrando aquella conducta aparentemente irracional y lesiva para él mismo se podría pedir una declaración de incapacidad civil para mi padre y que las decisiones las tomase su esposa o hijos y tras exponerlo así a la asesora que me atendió me respondió sin pedir más datos: «su padre podría estar en pleno uso de sus capacidades pero que lo que podría ocurrir, para entendernos, es que su padre sea malo.» . Aunque se basó solamente en algunas pruebas que le mostré, aquel fue un dictamen que resultaba absolutamente inapelable que ni yo había querido asumir hasta entonces.

Desde entonces me interesé por libros y artículos sobre los trastornos más comunes de las personas que hacen del maltrato una forma de entender la vida leyendo a varios expertos que se centran en las distintas personalidades de maltratadores y encontré la explicación a casi todo lo que había vivido desde pequeño, a lo que le estaba pasando a mi madre y una predicción de lo que muy probablemente ocurriera en los años que le quedaran de vida. Prácticamente todo tenía un encaje, que en el caso del libro Familia Zero del Dr. Iñaki Piñuel publicado años después, resulta a veces espeluznante, incluyendo la radiografía que este doctor hace del posicionamiento que acababan tomando los afectados de las familias que denomina zero : este autor explica las razones por las que los abusados –cónyuge o hijos– que en un principio por pura cuestión de supervivencia se someten con pasividad al maltratador/a, colateralmente van renunciando también a reclamar ayuda mimetizándose en ese ambiente. Pero según él, con el tiempo inevitablemente todos los afectados acaban obligándose a alinearse, es decir, a posicionarse ética y moralmente a favor o en contra de cada una de las partes enfrentadas en el abuso. Una aparente equidistancia sería solo una manifestación externa que además no se podría sostener ni aun con el argumento del vínculo biológico más estrecho. Por sentido común y en concordancia con lo que afirma este autor resulta evidente que no se puede apoyar a la víctima y a su verdugo; en consecuencia para mí sólo hay algo más decadente que hacer del maltrato a los tuyos una forma de entender la vida y es que cuando lo sufres o presencias en alguien cercano, intentes olvidarlo, ocultarlo, normalizarlo o apoyarlo. Mostrar comprensión, cariño u honra hacia un maltratador es añadir un sufrimiento más a la víctima que llega a ser escarnio cuando se hace con ostentación ante ella.

 

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El posicionarme a favor de mi madre sin equidistanias ni ambigüedades por considerarla víctima de un maltratador, es algo que he pagado caro durante más de 20 años. Durante todo ese tiempo se impuso el silencio dentro de familia estando vetada toda conversación que diera por sentada la condición tóxica de mi padre de manera que la persecución continua e implacable a su esposa así como otros abusos conocidos por todos debían achacarse a su edad, a las malas influencias o a sus limitaciones por el ictus; se normalizó que la pensión cotizada por el matrimonio durante años la disfrutase él sólo sin comentar el plantear una reclamación judicial, se daba por sentado que por el hecho de estar en una residencia mi padre estaba en peores condiciones afectivas y de atenciones que mi madre. Salirse de aquel guión habilitó para culparme ante todos de que a mi madre se la hubiera dejado sin pensión, a la vez, al ser notorio que no iba a visitar a mi padre se allanaba el camino para desacreditarme desde la propia familia, esparcir bulos achacándome todo tipo de fechorías hasta hacerme responsable de un aborto y lo peor es que era el último que me enteraba sin que casi nadie de los más cercanos me advirtieran de ello. También se promovió el distanciamiento entre la familia aprovechándose sobre todo el impacto emocional de la muerte del abuelo para transmitir a las nietas una versión imaginada de él frontalmente contraria a lo que yo mantuve, confirmo y documento sobradamente con los testimonios adjuntos, no obstante mi testimonio en abierto podría herir sensibilidades de terceros por lo que el acceso a ella para familiares y amigos que estén interesados en mi versión, se puede pedir por los canales privados que indico a continuación.

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